Un mundo flotante es el título de esta exposición que recoge cerca de 230 piezas representativas de las distintas etapas y temáticas que abordó Jacques Henri Lartigue a lo largo de su vida, todas ellas procedentes de la Donation Jacques Henri Lartigue de París, entidad encargada de velar por la conservación y divulgación de la donación que hizo el fotógrafo en 1979 al Estado francés. La exposición tendrá lugar del 5 de mayo al 3 de octubre en el CaixaFórum de Barcelona.
Jacques Henri Lartigue ha sido uno de los referentes visuales del siglo XX. Nació en Courbevoie, cerca de París, hijo de una familia de industriales adinerada. Su padre le compró la primera cámara fotográfica a los ocho años y, desde muy pequeño, empezó a llevar un diario con fotografías y breves textos que le acompañaría durante toda la vida y que constituye un documento extraordinario para conocer la forma de vivir de una generación que descubrió la moda, el deporte y las competiciones de motor. Sus imágenes reflejan la rápida transformación de las costumbres, el estallido de novedades, la vibración de las cosas y, al mismo tiempo, la búsqueda de los pequeños detalles, del instante perdurable y atemporal.
Hasta el año 1963, en que el MOMA presentó su primera exposición antológica, Lartigue era un fotógrafo casi desconocido. Sin embargo, la extraordinaria fuerza de sugestión de sus imágenes explica que su prestigio no haya parado de crecer desde aquel momento.
Lartigue capturó la vida a su alrededor, la exaltación de la felicidad y la alegría de vivir y lo hizo con unas ideas estéticas que proponían la renovación del lenguaje fotográfico.
Jacques Henri Lartigue ha sido uno de los referentes visuales del siglo XX. Nació en Courbevoie, cerca de París, hijo de una familia de industriales adinerada. Su padre le compró la primera cámara fotográfica a los ocho años y, desde muy pequeño, empezó a llevar un diario con fotografías y breves textos que le acompañaría durante toda la vida y que constituye un documento extraordinario para conocer la forma de vivir de una generación que descubrió la moda, el deporte y las competiciones de motor. Sus imágenes reflejan la rápida transformación de las costumbres, el estallido de novedades, la vibración de las cosas y, al mismo tiempo, la búsqueda de los pequeños detalles, del instante perdurable y atemporal.
Hasta el año 1963, en que el MOMA presentó su primera exposición antológica, Lartigue era un fotógrafo casi desconocido. Sin embargo, la extraordinaria fuerza de sugestión de sus imágenes explica que su prestigio no haya parado de crecer desde aquel momento.
Lartigue capturó la vida a su alrededor, la exaltación de la felicidad y la alegría de vivir y lo hizo con unas ideas estéticas que proponían la renovación del lenguaje fotográfico.
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