Antoni Tàpies tiene 85 años, su voz es más débil y su paso encorvado necesita el apoyo del bastón, pero, charlando en la sala de su casa de Sant Gervasi, antes de enseñar las obras que ha pintado este verano en su estudio de Campins, entorna los ojos y sonríe: "Ahora pinto con más libertad que nunca". Después de un breve silencio, ensaya una mueca, simulando pensar mucho: "No sé si fruto de la edad o debido a ella". Abajo, en su estudio, ha desplegado en el suelo y en las paredes de dos salas una veintena de obras. Más las 16 que expone en Soledad Lorenzo, salen unos cuarenta óleos, aparte de la obra en papel (que expondrá en la galería Lelong de París). "Pinto con más libertad, sí - dice Tàpies-,directamente sobre la tela, el toque de brocha es más suelto y dejo que el pincel vaya más libre, cuando antes procuraba que la pincelada fuera más calculada y minuciosa, que no pasara de aquella línea que me había fijado o, si no tenía pensado hacer una franja, pues de repente la hago".
Porque otra de las cosas que nota Tàpies es que improvisa más. "Antes - dice-ya lo hacía. Frente al lienzo pintaba lo que ya tenía pensado que haría, dejando espacio para la improvisación. La diferencia es que ahora se ha acentuado más, improvisar me da ideas y ya no me importa tanto que parezca descuidado". En sus lienzos expuestos en Madrid y los que han quedado, de momento, en Barcelona, se ve otra característica que se ha agudizado: Tàpies incorpora en el cuadro los materiales que utiliza para pintar: cepillos, cubos, escobas, incluso cinturones o jerséis... "Por poco me quedo sin objetos para pintar", bromea Tàpies. "El collage me ha ayudado y meto en el cuadro los objetos que me sirven para trabajar. Es un estado de ánimo curioso y aunque nunca pinto ajeno a la situación social en la que vivo, siento, como le decía, que trabajo más libre que antes". Pero, junto a una obra improvisada se alinea otra pacientemente realizada con crin. "No encontrábamos crin en ningún sitio, porque ya nadie rellena las sillas o los sofás con ese material. Lo mismo nos pasó con las escobas, antiguas", dice su mujer, Teresa Barba. Dos mantas anudadas en vertical sobre un inmenso fondo blanco forman un cuadro impresionante: Nus, se llama. Nudo, y más que unión evoca algo irresuelto. La tensión entre amor y muerte flota en otras de sus obras, la mayoría con un lenguaje más depurado, con fondos sencillos, casi despojados, y otros sobrecargados de materia, convertida casi en objeto. Los grafismos que más abundan son las a y las t,con tantos significados posibles (las obras de Tàpies, como la mejor poesía, son enigmas que no hay que resolver). Y las escrituras son legibles, unas y otras manifiestamente inscripciones de trazo vacilante. Y, al lado, un enérgico chorro de pintura roja sobre un fondo blanco sale de un cubo metálico, chafado y mellado. Tàpies, enfermo desde joven, se ha acostumbrado a hablar con soltura de sus enfermedades. Un acupuntor le curó en tres meses el intenso dolor en la pierna que le impedía desplazarse con comodidad, pero - cuenta-"después del verano me pusieron un marcapasos. Ahora me siento mucho mejor. Los médicos me dejaron ver mi propio corazón en la pantalla. Me impresionó mucho". Tàpies siempre ha reflejado en sus cuadros el paso del tiempo, las heridas, las cicatrices, en los objetos y en la carne. Al preguntarle sobre su visión del tiempo ahora, suspira. "¡Ay, eso es tan complejo como explicar la vida! Siempre me ha interesado cómo se ha hecho el universo... acabo de leer esta enciclopedia de Pániker y su concepto retroprogresivo... no sé, me falla la memoria... las religiones orientales dicen que nunca se ha de despreciar nada, todo resurge, todo va retornando... En mi pintura he hecho muchas sillas, pero nunca he repetido una sola, hubiera sido una barbaridad, todas son distintas, como los temas de mis cuadros, no hay ninguno que sea igual a otro. A veces miro el catálogo de mis obras y al ver lo que he hecho en todos estos años me doy cuenta de que siempre, desde que afirmé mi propio lenguaje, han reflejado una visión del mundo variable, según el momento social y político en que fueron hechas. Significa que siempre me ha influido la vida". Sobre la reciente polémica sobre arte, política y artistas de cámara, Tàpies no quiere pronunciarse ("de Barceló no veo nada desde hace muchos años") y recuerda que si él estuvo representado en la Bienal de Venecia durante el franquismo fue porque enviaron "obra de coleccionistas. Fuimos a Venecia y al abrir las cajas vimos que estaban etiquetadas como ´material de propaganda´ . Me leí la ley de propiedad intelectual y vi que el artista tenía derecho a impedir ese tipo de exposiciones. Así lo hice cuando se montó otra en Londres. Puse un pleito y lo gané, pero no sirvió de nada porque el proceso fue tan lento que la exposición había acabado". Tàpies es el único español vivo que la Tate ha escogido para representar la historia del arte del siglo XX en la nueva presentación de sus colecciones. Está en la penúltima sala. En la siguiente, con los ejemplos de Chia, Sellas, Schnabel, Baselitz y Penk, se percibe una pérdida de vigor de la pintura como lenguaje apegado al espíritu de una época. "No sé - dice Tàpies hablando en general-,hay mucha pintura sobrevalorada por la acción de los marchantes". La pintura ha dejado de ser el eje de la expresividad artística. Tàpies no es un gruñón: "Hay muchos más medios de comunicación que antes; la pintura abstracta e informalista ya están clasificadas, pero la pintura nunca morirá. Se ha de renovar. Siempre quedará un chiflado al que le guste coger los pinceles y mezclar colores".
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